miércoles, 22 de octubre de 2008

Palabras feas (2)



Vaya con Marina! Nos ha hecho reir a todos; a todas. Pero no seas injusta, Marina, que los hombres tenemos palabras feísimas también. Observa: a mí me operaron de fimosis (que parece algo así como el veneno de algún insecto maligno y cobarde) y alteraron nada menos que la suerte de mi prepucio. ¿Te imaginas? Prepucio, como si se anunciara algo solemne, como pre-sentir, pre-ver, y después del prefijo, qué horror, el "pucio". Yo siempre temí que, en la operación, me hubieran cortado el pre y dejado el pucio al aire, indemne y desafiante. Útero es espantoso, desde luego, es que las esdrújulas...Pero ¿has pensado en próstata? Ese balbuceo final de la palabra ta-ta...Vaya, que en el principio de nuestro sexo tenemos un pre y en el final un tartamudeo infame: o al revés, depende de cómo se mire (aunque siempre se mira en este orden, me temo). Pero, Marina, es que hay mucho de horrible en las palabras del cuerpo, como si el ser humano hubiera adquirido los derechos de todas las voces espantosas y dejara las demás para la naturaleza. Tú tendrás trompas de Falopio (y compartimos las de Eustaquio), pero yo tengo escroto. Nada menos. Suena a tener un grano a punto de reventar, asqueroso, amenazador y deforme. Y un día, los dos, podemos solidarizarnos teniendo un forúnculo o unas almorranas, hermosas experiencias bisexuales. Pero, luego, hay palabras que nos unen, bellísimas: labios; piel; sonrisa; mirada; lágrima; beso...Y, fíjate, a mí, todas ellas me recuerdan a una mujer. Podría ser de otro modo, claro, pero es así. Nunca pienso en unos labios a solas, ni en una lágrima abstracta, ni en una piel clausurada como un jardín prohibido. Besos, Ferrán.