sábado, 17 de noviembre de 2012

TOÑI O EL NACIONALISMO DE LOS DE ABAJ0




          No me gustan los realitys, no me gusta la exhibición del dolor humano, no me gusta la caridad como espectáculo ni la manipulación sentimental. Tengo la lágrima fácil y no quiero que zarandeen mis emociones,  sin embargo hace varias semanas me quedé enganchada hasta la madrugada a un  programa de Canal Sur Televisión que sintonicé por pura casualidad.
         
         Se llama “Tiene arreglo” y lo conduce una joven periodista que parece una chica cualquiera de nuestra calle. Por lo visto, trae de cabeza a los programadores de las grandes cadenas porque en poco tiempo se “ha comido” la mayor parte de la audiencia en Andalucía y empieza a convertirse en un fenómeno mediático digno de estudio.
        
         Durante dos horas seguidas no conseguí distanciarme de lo que ocurría en la pantalla. Un matrimonio pedía el dinero necesario para instalar dos tramos de escaleras mecánicas para poder mover a su hijo en su vivienda. Las imágenes eran dolorosas pero no efectistas. Pretendían mostrar una realidad, pero había respeto y dignidad en ellas. Pensé, inmediatamente que los poderes públicos deberían atender estas situaciones, que una sociedad avanzada no puede dejar sin atención a estas personas y me lamenté por esta España nuestra, que nunca ha llegado a alcanzar sino un desvaído remedo de estado social.
 
       Pero, el tema central del programa no eran las desdichas de esta familia, sino la ola cálida de solidaridad que se producía en los espectadores. Se sucedían decenas de llamadas ofreciendo ayuda. La mayoría de ellas correspondían a personas golpeadas también por la crisis, o conscientes de la dura pelea por atender a las personas discapacitadas. o que habían conocido recientemente el dolor por la desaparición de algún ser querido. Jubiladas con pensiones de 700 euros ofrecían cantidades que doblaban su mensualidad, pequeños empresarios a punto de cerrar su negocio por la crisis vaciaban sus pequeños calcetines de ahorro,  otras personas aplazaban alguna compra prevista,  varios cooperativistas  ofrecían  su trabajo gratis para la instalación de la ansiada escalera mecánica. Recordé la cita de Steinbeck en las Uvas de la ira que últimamente me acompaña: “Si tienes problemas, estas herido o necesitado, acude a la gente pobre, son los únicos que te ayudaran, los únicos”.

       Lo realmente sorprendente no eran las cantidades aportadas sino las intervenciones de los donantes. Destilaban un discurso de un nacionalismo tan radical, tan humano, como sólo pueden exhibir los de abajo. “No podemos consentir que nadie a nuestro alrededor pase tantas necesidades”, “no podemos vivir puerta con puerta con los que sufren y cruzarnos de brazos”. Quitaban importancia a su generosidad y respondían a los agradecimientos con delicadeza: “gracias a vosotros por cuidar con tanto cariño a vuestro hijo”, “gracias por darme la oportunidad de contribuir a hacer algo bueno”. Alguno se atrevió a enunciar un discurso completo sobre la identidad andaluza “Desde pequeños hemos aprendido a ayudarnos unos a otros, a hacer un potaje para más gente, a compartir lo poco que teníamos. Los andaluces no sabemos disfrutar si a nuestro lado hay miseria o dolor. Nos han hecho así.”
  
          Al día siguiente requerí información sobre el programa, su seriedad o su preparación. Quería saber si realmente todas las donaciones que se anuncian se producen;  si hay un guión previo o están planificados los golpes de efecto o las intervenciones. Por lo que me dijeron,  todo es tal como aparece y me indican que las donaciones superan incluso lo que se ve en el programa.

          Ya sé que no deja de ser un espectáculo, que programas como estos no solucionan sino problemas aislados. Sigo pensando que son los poderes públicos los que deben atender las necesidades de las personas y me lamento de esta España que ha hecho de las políticas sociales también una burbuja brillante que ha estallado con el primer vendaval de la crisis. A pesar de eso, me gusta pertenecer a un pueblo que tiene la solidaridad escrita en los genes, en el que millones de personas ayudan a otras; gentes que no han abandonado la esperanza en el ser humano y que sigue pensando que las cosas tienen arreglo.

PD.- La imagen muestra a los trece periodistas despedidos de El País Andalucía. Trece profesionales como la copa de un pino de los que el País puede prescindir, pero no la sociedad andaluza. Sus firmas, sus fotografías, su edición, harían las delicias de un medio de comunicación andaluz independiente y fuerte. Ojalà se animaran. Mientras tanto: os quiero.